Misión: Resucitar a un héroe

Eso mismo ha hecho Len Wiseman en La Jungla 4.0. Bruce Willis a sus 52 añitos, con camiseta, lleno de grasa, ensangrentado y diciendo: «¡y una polla!» pistola en mano. En tiempos de examenes es lo que necesitaba, un par de horas de lo más entretenidas.

Hace poco vi la primera. Me encantó. Jungla de cristal es una de esas películas en donde el malo es muy cabrón, y el bueno es mucho más cabrón que el malo. Hans Gruber (interpretado por Alan Rickman, actorazo) y sus secuaces no pudieron hacer nada contra el policía de Nueva York más famoso del cine. Pero es que John McClane tiene su estilo, todo en él es un encabronamiento que hace que ames el personaje. Algo así hacía Chuck Norris, pero eso es otra historia.

Tras 2 secuelas interesantes, sobre todo por Jeremy Irons en La Venganza, nos llega la tercera 12 años después repitiendo lo mismo de siempre. Unos terroristas informáticos se están cargando Estados Unidos a base de internet y McClane es el único capaz de pararles. Digo el único porque él es el que lo hace todo. A lo largo de la película desfilan auténticos chapuceros que no hacen más que quejarse al cámara de lo malo que es el malo. No me explico como esos imbéciles pueden estar en esas oficinas defendiendo el país. Pero en fin, en esos tiempos modernos, el viejo estilo vence al informático empollón.

El gran problema de esta cuarta parte es su nefasto villano (Timothy Olyphant). Demuestra lo bajo que está la maldad hoy en día en hollywood. El tipo carece de identidad propia, ya que siempre recurre a sus sicarios para que sean ellos los que se arriesguen el pellejo. Es un problema de infantilización, el bueno se burla constantemente del malo, haciendo que el espectador sepa de antemano lo que va a pasar. Todo en La Jungla 4.0 es muy simple, todo es plano, ¿Todo? no, John McClane no. Sobre él recae todo el peso del mundo debido a la ya mencionada ineptitud del gobierno. En serio, los malos usan francotiradores, hackers de la polla, pistolas con silenciador, chinas karatekas y hombres voladores. Sin embargo, el gobierno solo utiliza policías cuya única cualidad es dejarse matar para dar más protagonismo a Bruce Willis. Lamentable.

Pero ahora viene lo bueno, las escenas de acción. Y no lo diría si no ocuparan el 90% de la cinta. Todas están conectadas de una forma, insisto, muy simple, pero cuadra. Y todo ocurre tan rápido, que se te pasa el tiempo volando. John McClane es presentado como un terminator demoledor que lo rompe y ensucia todo lo que huela a maldad, se autoproclama heroe, se enfrenta a un helicóptero con un coche, a un caza con un camión, a una maciza meteyoyas (Maggie Q) en el hueco de un ascensor y hasta al mismísimo Spiderman. Y todo lo hace improvisando de tal manera que todo es sorprendente. La secuencia del túnel es alucinante, y el final funciona perféctamente. Y es que el duro policía es mi paradigma humano junto con Jason Bourne y Jack Bauer. ¿os los imaginais a los tres juntos? yo no puedo.

Pura dinamita. Entretenimiento al cien por cien. ¿Escepticismo? ninguno. La gente como yo, cuando va al cine a ver una del tito Mac, no busca encontrarle sentido a su vida, ni es un niñato con gorra que eyacula con cada explosión. Lo que busca es pasarlo de puta madre y salir del cine con una sonrisa, contento de ver a su héroe de acción matar a los malos como solo él sabe hacerlo.

No, yo no quiero ser gobernador de California